Historias Por Las Que Vivimos

EDUARDO PITCHON - London

Hay sólo una religión

La religión del amor

Hay sólo un idioma

El idioma del corazón

Hay sólo una casta

La casta de la humanidad

Hay sólo un Dios

Y es omnipotente.

Sai Baba

Son los procedimientos por medio de los cuales la gente transmite su historia, sus valores, sus aspiraciones, sus búsquedas religiosas y su memoria colectiva.

Las historias ayudan a establecer una identidad en un sentido colectivo e individual. En el sentido colectivo, historias de nuestro origen y creación contribuyen a establecer una identidad social de un modo decisivo. Difícilmente haya un pueblo sobre la tierra que no posea una historia acerca de sus orígenes y de cómo fue creado el mundo. De igual modo mucha gente tiene historias acerca de grandes desafíos, búsquedas y conquistas. Antes de la existencia de la escritura el relato oral era la forma de pasar todo esto a la generación siguiente y a través de los registros escritos este proceso ha continuado hasta el presente. Las historias colectivas nos han provisto siempre con un contexto histórico, significado y valores para ayudarnos a percibir y entender la realidad. Contrariamente a la percepción popular, la realidad no es algo que pueda ser puesto en una caja y luego asido. La realidad, como la verdad, es algo que puede ser enfocado y entendido en diferentes niveles y todos esos niveles han sido tratados en forma de historias.

Pero al margen de las historias colectivas, tenemos también nuestras historias individuales; y estas constituyen un área de mi particular interés. Cuando hablo de historias individuales no me refiero a las escritas por escritores. Más bien me refiero a un fenómeno de índole más universal; quiero decir que cada uno de nosotros tiene historias por las que vive. Las historias individuales por las que la gente vive son de gran importancia ya que tienen efectos en la psique individual. También actúan como filtro para la percepción de eventos internos y externos. Puede considerárselas como imágenes razonablemente duraderas en la mente. He llegado a conocer este paisaje más íntimamente con el transcurso de los años en el ejercicio de mi profesión como psicoterapeuta.

En psicoterapia, la gente cuenta historias acerca de si mismos. Porqué necesitan contar historias? La razón es bastante simple, es el modo en que las personas dan razón de lo que son. En este relato transmiten algo sumamente importante acerca del modo en que se ven a si mismos, el modo en que ven a otros y es un modo de compartir eventos de importancia en sus vidas.

Los terapeutas pueden conocer, a través de las historias que escuchan cuales son las áreas de la vida de una persona que no están funcionando correctamente. Algunas veces, una historia en particular por la que vive una persona, por ejemplo concerniente a su propia imagen, puede contribuir al desequilibrio en su personalidad, al bloqueo de su energía y el refuerzo de sus defensas en lugares equivocados.

Si la imagen de la persona incluye una baja autoestima o un sentido de no adecuación o desacato, por ejemplo, se hace necesario examinar la historias subyacentes junto con el paciente con el propósito de encontrar el origen de esa auto evaluación negativa y corregirla en caso de ser necesario.

Para ilustrar lo que acabo de decir tomaré, como ejemplo, un paciente con el que trabajé. Era un hombre de mediana edad con dos hijos. Cuando vino a verme por primera vez se encontraba en sus tempranos cuarenta. Era un hombre físicamente fuerte que parecía tenso y desconfiado. Había perdido su madre en su pubertad y su padre en sus tempranos veinte. Aún cuando había completado una educación profesional nunca había tenido oportunidad de practicarla ya que la  muerte de su padre le había obligado a hacerse cargo de la pequeña firma familiar que su padre había comenzado. El odiaba este trabajo pero sentía que no podía hacer nada al respecto, sentía lástima de si mismo.

Era un hombre judío, razonablemente religioso y también era masón. Cuando vino a verme por primera vez lo hizo bajo presión. Su esposa había decidido enviarlo porque sentía que su matrimonio estaba en peligro. La comunicación entre ellos se había deteriorado y no habían tenido relaciones sexuales en años.

Como uno bien puede entender, no era este un comienzo favorable para un encuentro terapéutico. La chispa original de voluntad resultaba ausente de su parte. Una persona, en mi experiencia, funciona mejor cuando elige lo que desea hacer y este caso no era excepción. Sin embargo, vino a verme por tres años lo que, dadas las circunstancias en las que vino, es un período muy largo de tiempo. Era este un hombre con una gran resistencia y tenacidad pero a pesar de mis mejores esfuerzos se mantuvo resentido y extremadamente difícil de leer. No era feliz y estaba descontento con su vida pero como tenía una veta de carácter extremadamente rígida y obstinada se negaba a hacer nada respecto a su situación. A veces tenía yo la impresión de que venía a verme con el sólo propósito de probar que yo no era lo suficientemente bueno y que ninguna cosa que hiciésemos juntos podría apartarlo de su curso de autodestrucción. Era una situación muy triste. Teníamos aquí a un hombre en lo mejor de su vida que había construido un cerco alrededor suyo que le impedía interactuar apropiadamente con el mundo y que le impedía  mantener contacto consigo mismo y con lo que sucedía dentro de él. Muchos años atrás, cuando él era muy joven, había construido esta impenetrable barrera alrededor de si mismo, y ahora era su prisionero. Llevó a cabo las tareas de ser un buen padre y un proveedor estable pero esto le era cada vez más difícil de sostener ya que, como en toda otra cosa, esto era algo que se encontraba en la superficie de su ser sin ningún acceso a las parte más profundas de su ser.

La presión bajo la que se encontraba parecía aumentar y aumentar, pero su fuerza y tozudez eran aún mayores. Se tornó más y más cerrado, hosco y reservado. Finalmente decidió terminar su terapia ya que sentía, con razón, que no estaba funcionando. Fue un decepcionante resultado pata él y para la terapia, pero desafortunadamente estas cosas suceden algunas veces.

No volví a saber u oír de él en varios años, cuando de pronto un día, bastante inesperadamente, recibí un sorpresivo llamado telefónico suyo diciendo que quería venir a verme nuevamente.

Esta vez parecía angustiado y me dijo que desde que dejó su terapia las cosas habían ido de mal en peor. Su negocio estaba a punto de colapsar. Durante estos años había establecido una línea lateral de negocios con un socio que lo había estafado y había perdido gran cantidad de dinero. Su relación con su mujer estaba peor que nunca y se encontraba desesperado. Sentía que su mundo estaba cercano a desintegrarse y que ahora se encontraba realmente listo para recibir ayuda.

Este fue un punto de inflexión. Había finalmente llegado a un momento en su vida en el que sentía que realmente necesitaba ayuda y en el que podía aceptar ayuda. A través de las presiones y esfuerzos de su vida, su comprensión de si mismo y del mundo fue cambiando. Estaba dispuesto a cambiar la historia por la que vivía. Sus fuertes defensas se estaban diluyendo y había encontrado un nuevo lugar dentro suyo, un lugar de verdadera humildad en el que podía reconocer su dependencia de otros sin sentir que era una humillación o una derrota. Estaba verdaderamente agradecido por mi interés en él.

Este vuelco en si mismo fue la llave de un nuevo comienzo y florecimiento en su vida. Primero debió reconocer todo el tremendo lío que había creado a través de sus acciones y comenzó a tomar acciones concretas de reparación. La primera cosa que hizo en esta segunda etapa o nuevo comienzo fue abrir las puertas de su mundo de par en par. Decidió confiar en mí y permitirme ingresar a su mundo. Lo que inicialmente eran paredes opacas lentamente comenzaron a tornarse más transparentes. Permitirse finalmente y al menos un lugar en su vida en el cual sentirse seguro y confiado le dio fuerza y confianza y comenzó a experimentar con esta confianza y a extenderla más ampliamente al mundo.

Al enfrentar por primera vez las cosas de un modo más directo y llano estaba logrando algo muy importante, estaba abandonando la filosofía de ostra mantenida hasta ese momento lo que le permitió comenzar a solucionar los problemas que tenía. Lenta y dolorosamente comenzó a reorganizar su negocio que apenas y afortunadamente había logrado sobrevivir pese a todas las expectativas.

A pesar de su progreso en diferentes áreas, un gran problema subsistía. Aún no podía comunicarse abierta y francamente con su mujer. Esencialmente ella le atemorizaba y estaba aterrorizado de expresarle sus sentimientos y pensamientos. Debido a este temor, la había efectivamente confinado fuera de su confianza y por muchos años. Se había levantado entre ellos una gruesa pared de desconfianza, enfado y mutua incomprensión. Su miedo hacia ella era muy grande y nada que yo pudiese hacer o decirle parecía ayudar a aliviar esta atascada situación. Yo estaba suficientemente contento con el modo en que las cosas estaban evolucionando en el resto de su vida, pero sería un precio muy alto a pagar si en el proceso el iba a perder su mujer y su familia luego de más de veinte años. Era como desechar al niño junto con el agua del baño.

Esto me llevó a tomar una decisión bastante radical desde el punto de vista de mi trabajo profesional. También yo estaba dispuesto a cambiar una historia por la que vivía. Hablé con mi paciente y lo persuadí de invitar a su esposa de venir a una de sus sesiones de modo tal que los tres pudiésemos discutir el problema y ver que podía hacerse al respecto.

La primera entrevista en conjunto demostró ser muy reveladora. Su pobre mujer estaba tan confundida y a obscuras acerca de su marido que nos dijo bastante abiertamente que no sabía que era lo que estaba pasando. No sabía si su marido era gay o si tenía una relación con alguien más. En este primer encuentro pudimos aclarar y darle paz a su mente. Pero me quedé con la sensación de que este era sólo un indicador de cuan apartada uno del otro había derivado esta pareja.

Ambos estaban preocupados y querían salvar su matrimonio pero no parecían saber cómo lograrlo. Sugerí que mi paciente debía continuar viniendo a verme individualmente una vez por semana y que su esposa debería tener una sesión semanal, también conmigo. Esto pareció ser un compromiso razonable ya que mi paciente firmemente rehusó ir a ver a otra persona.

Trabajamos de este modo por largo tiempo y me complace decir que el resultado fue exitoso. Descubrieron en la terapia que el secreto de una buena relación consiste en aprender a comunicarse con respeto y en confiar en el proceso que se va desarrollando.

Este es sólo un ejemplo. En otros casos los resultados pueden ser muy diferentes. Es importante reconocer que la persona retiene su condición esencial de libertad. Mi preocupación es solamente ayudar a mis pacientes a estar concientes las inconsistencias y ayudarlos a arribar a una imagen realista de ellos mismos.

Una de las dificultades con las que nos encontramos al buscar la verdad es que se encuentra coloreada de emociones que pueden distorsionar nuestro juicio. Al tornarnos más objetivos, somos capaces de desechar juicios excesivamente severos, descuidados o imposibles que distorsionan la historia. La jornada que emprenden el paciente y el terapeuta en la búsqueda de la verdad implica poner la historia en claro. A lo mejor la percepción humana de la verdad no es nunca absoluta, pero debemos siempre esforzarnos por ello.

En un contexto social la historia no transmiten meramente el resumen de los hechos, no son meros reportes. Las historias que perduran y son poderosas sobreviven porque transmiten valores y hablan a aquello que es universal en el hombre. Su función es entonces educacional y moral. En el caso de los individuos y sus historias es el conciente desarrollo de valores tales como la búsqueda de la verdad lo que permite a la persona desarrollar autenticidad. Una historia no puede ser evaluada solamente por su poder imaginativo o la belleza de su expresión. Las grandes historias tienen la función de despertar facultades superiores en los hombres. Estas facultades superiores incluyen la capacidad de percibir la verdad. Creo que la verdad, en este nivel se refiere a lo que perdura, a aquello que es eterno.

La historia del origen del pueblo Judío, por ejemplo, se remonta a los tiempos de Abraham. El era el ancestro original de la nación Judía. Pero hay una historia aún más primaria sobre nuestros orígenes en la Biblia, esa es la historia de Adán. Es a través de esta historia que cada uno de nosotros se encuentra vinculado a toda la Humanidad.

Esta conciencia más primaria nos conduce al aquí y ahora. El aquí y ahora son fundamentales porque verdaderamente es todo lo que tenemos. Vivimos en un mundo en transición en el que antiguas certezas se disuelven y nuevas formas luchan por nacer. Es justo decir que en esta era de comunicación instantánea, una conciencia más amplia está naciendo. Esta conciencia está comenzando a reconocer la identidad única de la humanidad aún entre todas las dificultades y los desórdenes de nuestro tiempo. Preocuparse por el sufrimiento de otros seres humanos en lugares distantes del globo es un ejemplo de esto, preocuparse por la salud de nuestro planeta es otro. En esta nueva conciencia en expansión, una lucha tiene lugar; parte de esa lucha es encontrar nuevas formas por medio de las cuales expresar esta conciencia más amplia. Pero igual cantidad de lucha se relaciona con la conciencia de nuevas responsabilidades. Estas responsabilidades se extienden a todo lo que vive en el planeta. A medida que integramos en nuestro ser esta conciencia expandida despertamos y llegamos a comprender aspectos de nosotros mismos y de la historia bíblica de Adán de un modo diferente. En esa historia, Adán y Eva hicieron su camino y se apartaron de la senda que Dios había trazado para ellos. La senda que eligieron los llevó a luchas y penurias.

Hoy nuestro desafío es vernos como parte de una única familia humana y es nuestro deber hacer nuestra parte de modo tal que la familia humana sea una familia funcional. Compartir historias es un modo importante de permitirnos reconocernos los unos a los otros y de desarrollar nuestro sentido de humanidad en común. En tiempos de tan grandes cambios, como los que estamos viviendo, necesitamos más que nunca firmes señales. Esas señales son los valores inherentes en nuestras más perdurables e inspiradoras historias. La dificultad del hombre moderno reside en que muchos otros tipos de historias compiten por su atención. A cada paso debe decidir cuales aceptar y cuales rechazar. El hecho de que aún estemos interesados en historias bíblicas hoy, miles de años luego de que fueron concebidas y luego escritas, es un testimonio del os valores que conllevan.

Las historias son importantes porque las llevamos en el corazón mismo de nuestro ser. Es un signo de madurez el reconocer que no todas las historias provienen del mismo nivel y aprender de aquellas que iluminarán y contribuirán a nuestro desarrollo.

Terminaré con un antiguo cuento del medio oriente. Un sabio anciano se encontraba mirando atrás en su vida. Estaba sentado con sus amigos en la casa de té contándoles su historia: “Cuando joven era ardiente, quería impresionar a todos. Rogaba a Dios me diese la fuerza necesaria para cambiar al mundo. Ya de grande, me desperté un día, me di cuenta de que había transcurrido la mitad de mi vida y que no había cambiado a nadie. Entonces le recé a Dios pidiéndole me diese la fuerza necesaria para cambiar a aquellos cercanos a mi que tanto lo necesitaban. Sin embargo hoy mi plegaria es mucho más sencilla. “Dios” le digo “por favor dame la fuerza necesaria para cambiarme al menos a mi mismo”.